Con la muerte de Belisario Betancur, desaparece el último grande de la política Colombiana.
Heredé de mi padre la amistad con Belisario, de quien fue buen amigo. Se acrecentó por intermedio de Rodrigo Escobar Navia y Otto Morales Benítez.
Estando muy joven fui elegido Representante a la Cámara. Coincidió con la presidencia de Betancur. El partido liberal era oposición y por tanto, me tocó hacerle oposición. Era paradójico pues el entonces ministro Rodrigo Escobar Navia era uno de mis maestros.
Belisario nos desarmaba con su simpatía y respeto. Nunca un mal trato, nos invitaba a Palacio y soportaba nuestros discursos de oposición, al final comenzaba su dialéctica, sacaba a relucir todo su carisma y terminaba logrando acuerdos.
Era un literato, poeta, conversador dilectante. De una simpatía arrolladora. Amigo leal. Hizo gala de su grandeza, en su condición de expresidente, donde actuó totalmente distinto a como lo que hacen nuestros expresidentes.
Trató de lograr la paz y fue víctima de la incomprensión de los insurrectos. Fue su mayor frustración, pues nadie mejor que él
se mereció haber firmado el acuerdo de paz.
Belisario era un docente obsesionado. Desde la fundación Santillana organizó muchas misiones Educativas, para Colombia.
Era buen aguardientero. Recuerdo una larga tenida musical con Jaime Llano y Gerardo Arellano en casa de uno se sus más cercanos amigos, J Emilio Valderrama. Cantaba Bambucos y tangos.
Era un paisa de racamandaca. Orgulloso de su origen campesino. Vivió casi siempre en Bogotá, pero no se volvió rolo. Nunca perdió su marcado acento paisa.
Recuerdo permanente grato nos deja este gran Colombiano. Adiós al amigo leal y al singular Colombiano.
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