En el avión me tocó al lado un periodista Chileno. Venía de pasar unos días en el Valle del Cauca. Estaba maravillado por todo.
Le interrogué sobre lo mejor y, como todos los que nos visitan, dijo: «la gente». Agregando esta frase de enmarcar: «hice más amigos en 10 días, que los que había hecho en los 42 años que tengo».
«La feria de Cali es un goce desde que se despierta. Todo el mundo quiere bailar. En los centros comerciales, al son de la música, bailan vendedores, compradores, los niños y vigilantes. Esto es contagioso, hasta para mi que soy chileno y no sé bailar sino cueca».
«El salsódromo es un espectáculo sólo comparable con el sambódromo de Rio de Janeiro, con una ventaja el de Cali: Baila más la gente en la tribuna que los que están desfilando.»
«La peatonal del río Cali, con su aire (viento) después de la 5 de la tarde, es una pasarela para ver las más hermosas y amables mujeres».
«Los buses azules, con aire acondicionado, pasando bajo las veredas llenas de frondosos árboles y jardines son envidiables para cualquier ciudad».
«Los cientos de restaurantes del barrio antiguo de San Antonio, son de alta calidad y de precios muy cómodos».
«Las carreteras de Valle del Cauca son de primer mundo. Sus paisajes cambian cada kilómetro. !Que verdes!»
«El lago Calima es un magnífico lugar donde se mezcla la naturaleza selvática y las flores de los jardines, con el agua azul oscuro de la laguna.»
«La casona del Paraíso de la novela La María, que no había leído y ya la terminé, es un lugar inolvidable por su vista y conservación.»
Todas estas cosas me decía emocionado mi vecino de viaje y, como buen colombiano, para satisfacer nuestro instinto masoquista, le pregunté ¿y qué fue lo que no le gustó?
Me contestó: «todo me gustó, mejoraría algunas cositas». ¿Cuáles? (Sigo mi autoflagelación); «aumentaría el número de personas en inmigración del aeropuerto, que son amables, pero pocas y, ante todo, le enseñaría a la gente a hablar bien del paraíso en que viven».
«Señor, ustedes no saben lo que tienen. Las miles de motos multicolores, con sus cascos con matrículas en ellos, circulando a la derecha. La alegría de las personas, la belleza de sus ríos y esas majestuosas montañas, verdes de cerca y azules de lejos.»
“Ya canto por la mañana, oiga mire vea, usted está en Cali para que vea».
Se me acrecentó mi orgullo Colombiano y me hizo pensar que, es una lástima que, por estar viendo sólo nuestros defectos, nos hayamos olvidado de todo lo bueno que tenemos.
Hablemos de las cosas buenas que son más que las malas, esto podría, sin duda, acabar con la polarización que nos tiene enfermos.
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