Opinión: Que en el mundo haya una moda de destruir estatuas no es argumento para justificar el acto vandálico

25 Jul 17, 2021 Yoana Cardona Destacadas, Opinión Comentarios desactivados en Opinión: Que en el mundo haya una moda de destruir estatuas no es argumento para justificar el acto vandálico

Cuando se debe recurrir a la descalificación personal de quien expresa alguna opinión contraria a la que pensamos, es porque no es tan sólida nuestra idea.

Repito que no escribo para convencer a nadie, lo hago como tema de reflexión y respeto todas las opiniones contrarias; no me molesta que las contradigan, más aún, disfruto y aprendo de quienes disienten de mis opiniones. Nunca los descalifico de manera personal, ni los ofendo; incluso, a los que se les nota la mala leche con que me tratan.

Mi polémica posición sobre el acto de vandalismo del destrozo de la estatua del fundador de Cali, que hace que el próximo 25 de Julio vaya a poner en el sitio que otrora soportara la referida estatua, unas fotos de lo que era ese lugar, se basa en mi convencimiento de que es un irrespeto con la sociedad, venir de afuera a destruir nuestros monumentos.

Entrar a cualquier lugar y destruir lo que ahí se tiene, porque nos parece que es feo o contraria a mi concepto sobre la historia, es un acto reprochable e inaceptable. Si, por consenso o después de un debate, los que habitamos esta ciudad decidimos cambiar de lugar la estatua o la fecha de fundación y, desconocer a quien para bien o para mal fundó esta Villa, no nos queda más que acatar el querer mayoritario. Pero que, como cualquier bandido, se entre a la ciudad de madrugada y se destroce una imagen, es una villanía, calificada como delito, denominado destrozo de bien público, por más que el alcalde lo haya permitido soterradamente, como es su estilo.

Que Belalcázar haya sido un ruin o que Petecuy hubiese sido caníbal, es un problema histórico, que no contradice que uno ordenara fundar la ciudad y el otro combatiera ferozmente contra los invasores. Los símbolos que se erigen para recordarlos deben respetarse, por todos, especialmente por quienes ni siquiera viven aquí.

Que en el mundo haya una moda de destruir estatuas no es argumento para justificar el acto vandálico de su destrucción. Que solo deben tener estatuas los sabios, los poetas y los artistas y, deben desaparecer las estatuas de gobernantes y conquistadores, es una respetable tesis; pero, tumbar las estatuas de Napoleón en París o de Alejandro Magno en Persia, porque fueron sanguinarios, sin duda, es un despropósito.

Estamos de acuerdo en que hay cosas más importantes que esa reconstrucción de la estatua y la imposición de una de Petecuy en esa misma loma; por eso, cuando hace dos meses dije que debía volver a su lugar, el símbolo del fundador, recibí el ofrecimiento de varias personas que sufragarán esos gastos. La misma sociedad de mejoras públicas ha hecho ofrecimientos similares.

La alcaldía sólo ha guardado silencio y mantiene escondida la estatua; parece que no celebrará el aniversario de la fundación, el 25 de Julio y, hace bien el señor alcalde, quien no reconoce a Belalcázar como fundador. Lo raro es que no haya propuesto ningún acto administrativo, en ese sentido.

A las 10 de la mañana del domingo 25 de Julio, en compañía de algunos ciudadanos, pondremos las fotos de lo que era ese símbolo de Cali, hasta hace 3 meses. Invito a los que quieran acompañarnos a pasar por ahí, para señalar que a Cali se le debe respetar. Hay algunos ofrecimientos de artistas que quieren ir a cantar unas canciones a la ciudad, por su cumpleaños. Estamos evaluando esto, porque no queremos aglomeraciones.

Sabemos de antemano que, la administración mandará a destruir esas fotos y no habrá quién las proteja; no nos importa, se trata de un gesto de rechazo a la imposición del vandalismo que tanto le gusta a nuestro Alcalde.

Ñapa: Germán Castro Caicedo es uno de los mejores narradores literarios de la Nación. Además, un investigador sociólogo maravilloso. Lo conocí, cuando se embarcó en un remolcador de la Armada, cuando estaba investigando sobre su libro El Karina; en ese buque íbamos también, en embarque de grado, los Tenientes de Fragata del primer curso profesional de reserva, que se hizo en Buenaventura. De ahí surgió una muy respetuosa amistad.

Siempre fue un contertulio amable y mesurado, excepto cuando se encerraba a escribir porque se convertía en un “ogro” y “dejaba hasta de comer”, como él mismo decía. Era una especie de posesión diabólica que lo embargaba, me explicaba en alguna charla que tuvimos. Valiente y frentero cuando debía ser. Tímido y hasta tierno en su hablar, cuando estaba entre amigos. Se nos va un grande de la narrativa y un espléndido Señor. Paz y honores en su tumba.