Una semana sin Santos. Sólo ha salido en medios, como un gordo más, cargando su maleta en un aeropuerto, sólo Maduro no se ha dado cuenta que ya no es presidente y lo sigue nombrando.
Los que nos opusimos a la reelección dábamos, entre otros argumentos, la frescura que se palpa en el país cuando hay cambio de gobierno. Por eso Uribe y Santos, con 8 años cada uno, saturaron la nación.
La era Duquista ha traído nuevos aires a la opinión pública, ya empezó a mostrar su talante manteniendo unos nombramientos que no han gustado a quienes pensaban que iba a ser su títere.
No se ha salido de su propuesta del pacto por Colombia, sin odios. Reitera en sus alocuciones que no reconoce enemigos. Demuestra independencia frente a temas como la consulta anticorrupción y en no apoyar la propuesta del CD de hacer un plebiscito contra el proceso de Paz. Más de un fanático de Uribe o de Santos ya está pidiendo que lo dejen gobernar. Mejor dicho, les está tapando la boca, con sus hechos, a quienes lo ponían como una marioneta.
Ojalá continúe así y logre desinflar una polarización absurda a la que hemos llegado. Por el bien de Colombia, hagamos fuerza para darle un tiempo prudencial al joven gobierno para que organice su equipo, haga su plan de desarrollo y reacomode las finanzas.
¿Será mucho un año de gracia?
Los que deben tener más prudencia son sus amigos. No deben olvidar que de su éxito depende que ellos continúen en el poder; 4 años no es nada.
Como decía mi abuelita, bien valluna por cierto: «Sagrado Corazón, en vos confío».
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