Cada pueblo merece su gobernante; es una máxima incontrovertible. Por eso, muchos de los que todos los días protestan contra el actual gobierno, sin siquiera haber votado el día de las elecciones, son corresponsables de que tengamos el gobierno actual, ya sea por acción o por omisión.
En el sistema semidemocrático que tenemos, el juego es que normalmente quien gana las elecciones debe gobernar hasta el final de su mandato. Eso se aplica tanto al poder ejecutivo como al legislativo.
En nuestro caso, quien ganó el poder ejecutivo no triunfó en el legislativo; por tanto, debe transar sus planes y sus leyes con otras fuerzas políticas. Eso lo ha entendido bien Petro y ha negociado votos para aprobar leyes con congresistas de todas las raleas, a cambio de puestos y jugosos contratos. Claro que públicamente dice que, si ganó, puede hacer lo que le venga en gana, sabiendo que no es así.
Es un caso diferente al de Trump, quien barrió en los votos del ejecutivo y el legislativo. Llega con todo el poder y no tiene sino 4 años para hacer todo lo que prometió (no se puede reelegir). No tiene que negociar con nadie distinto a su partido político.
Así como Colombia eligió a un personaje que fue guerrillero, que había secuestrado y matado por su ideología, además de haber sido pésimo gobernante cuando fue alcalde de Bogotá y que hasta la saciedad ha demostrado ser un mentiroso enfermizo, los Estados Unidos acaban de elegir a un personaje que salió de su gobierno anterior tratando de hacer trampa para modificar los resultados electorales, que ha sido condenado por delitos de carácter sexual y evasión de impuestos, amén de participar en atacar con armas al Congreso. Los dos coinciden en ser demagogos, populistas y megalómanos.
Naturalmente son de diferente ideología, pero comparten rasgos de personalidad semejantes, aunque diametralmente opuestos en su actitud ante la vida: el nuestro es un perezoso que se ha levantado siempre tarde, que siempre ha vivido del Estado y nunca ha realizado un emprendimiento; el gringo, por el contrario, madruga y ha hecho miles de negocios, santos y no tan santos.
Traigo a colación esta aparente extravagante comparación de gobernantes para ratificar que los pueblos merecen sus gobernantes y que la publicidad, las falsas noticias y los ataques con calumnias son el arma con la que los populistas de hoy se hacen elegir: “Dale un celular a un ignorante y prométele el cielo en la tierra y ganarás”; esta es la cruda realidad.
Ñapa: Tiene que estar muy mal dirigido el partido Demócrata para haber mantenido como candidato al cacreco Biden hasta hace 4 meses y pretender ganar con su vicepresidenta. Una demostración más de la decadencia del otrora gran imperio.
Ñapita: Que Petro cuide la lengua con Trump, quien es más güache que él y no cree en el cambio climático; en cambio, sí odia a los protectores y patrocinadores de narcos.
Reconocimiento:
Hoy salió la crónica 1000 de Gustavo Álvarez Gardeazábal, esfuerzo titánico de todos los días para hacer sentir su voz. Quienes escribimos con frecuencia sabemos lo difícil que es hacerlo diariamente, llueva, truene o relampaguee. Felicitaciones a nuestro escritor vallecaucano estrella, al comentarista perspicaz y al amigo; lo necesitamos muchos años más en la lucha.
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