«Bueno es cilantro pero no tanto», decían los abuelos.
Esto de los paros indígenas, a costa de la quiebra de algunas regiones, realizados con el pretexto de discutir hasta el concordato, ya pasa de castaño a oscuro. Y no es porque sean paros políticos, todos los paros son políticos. Es porque no se busca reivindicación alguna, distinta a conseguir unos beneficios de inminente carácter electoral. La presencia del candidato perdedor, de la última contienda electoral, así lo esclarece.
Lo que llenó la copa fue la explosión en el resguardo indígena de Dagua, de un polvorín que inexplicablemente estaba en manos de los organizadores de un encuentro indígena en ese resguardo, con la clara intención de bloquear la carretera que comunica con Buenaventura.
Van 8 muertos por esa explosión, entre ellos, un estudiante que no tenía nada de indígena. Los jefes de esos resguardos no permitieron entrar a las autoridades y manipularon, como quisieron, la escena de los hechos, tratando de tapar lo evidente que es, que estaban preparando artefactos explosivos para usarlos en el cierre de esa vía.
¿El respeto por la mayoría de los ciudadanos del occidente de Colombia dónde queda? ¿Qué tal que la población no indígena de la región se fuera a taponar la entrada de los alimentos y medicinas de los resguardos indígenas, alegando falta de atención del gobierno? ¿Qué harían los indígenas si eso pasara?
La democracia es el gobierno de las mayorías, respetando a las minorías. No es lo que está pasando ahora en Colombia, que es la dictadura de las minorías, que irrespetan a diario los derechos de las mayorías.
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