Opinión: A propósito del día Internacional del Perro

6 Jul 21, 2021 Destacadas, Opinión Comentarios desactivados en Opinión: A propósito del día Internacional del Perro

En la mayoría de los hogares colombianos hay una mascota, única característica en que no hay diferencias entre el estrato 0 y el 77; la desigualdad no existe en esto, igualmente, en el cariño que se tiene por esos animales.

En todo mundo occidental sucede lo mismo, entre más «desarrollado» es el País, menos niños hay y, más mascotas son la compañía de los cada vez más solos habitantes de las grandes urbes; en lugar de hijos hay gatos o perros.

De ahí surgió la imperante humanización de los animales domésticos, que se manifiesta en sus nombres. Antes los perros se llamaban Lassie, Candy, Laica, Rin Tintín, Blaky, Manchas, Fifí, Lulú…. Ahora se llaman Lucas, Virgilio, Abelardo, Bruno, Crispín, Borja, Fermín, Rebeca, Martina, Lupe, Olivia, etc.; no se sabe si están llamando al perro o al papá; a la perra o a la mamá.

La humanización ha llegado a extremos tales como que los colegios para perros de las clases altas, cuestan más que un semestre en Oxford; los salones de belleza para perros, son más costosos que una peluquiada de la reina Isabel; ni hablar de los sepelios de perros y gatos, una cremación de una mascota y su mausoleo, puede llegar a ser tan costosos como el entierro de un mafioso.

Los veterinarios de mascotas cuestan más que un oncólogo nuclear. El pasaje en avión de un can vale igual al de un niño. El invento de las mascotas de asistencia emocional, permite viajar en avión a su dueño con un Gran Danés, a quien se le sirve plato vegetariano.

Caminar por las calles de algunas ciudades es como jugar rayuela, brincando para no pisar un bollo de perro, no recogido por su amo. Es parte del paisaje urbano actual, observar cómo el público se deleita viendo cagar un perro y sus nuevos esclavos (antes amos), lo reciben en sus manecitas envueltas en guantes quirúrgico, como la llegada de un nuevo bebé.

Capítulo aparte merece la «recibida temporal» de las mascotas de los padres o de los hijos, mientras ellos hacen un viajecito o consiguen otro lugar para vivir. El comportamiento ejemplar de la mascota se convierte en un desastre, debido al estrés traumático de la ausencia del amo; rompe todo, se defeca encima de las almohadas, ladra todo el día y la noche, los vecinos se quejan porque no pueden dormir y te envían la sociedad protectora de animales, para que certifiquen que no lo estás torturando.

El fin de este capítulo es que la «visita temporal» se convierte, en definitiva. Esos especiales animalitos terminan para siempre en nuestras casas, durmiendo con nosotros y haciéndonos felices y esclavos de ellos; ni siquiera se los prestamos a sus originales amos, para evitar otro fatal trauma sicológico a la criatura.

Conozco a varios que no salen a ningún lugar por no dejar solas sus mascotas. Hemos llegado a situaciones reales de que viven mejor los animales domésticos de algunas familias, que los habitantes pobres de las ciudades.

Tienen más poder las sociedades protectoras de animales que las protectoras de niños huérfanos. Esto, sin duda, es una aberración. Unas sociedades que prefieren adoptar un perro o un gato que, a un niño, no pueden ser sociedades sanas. Guste o no, ésta es una realidad, en la que los únicos inocentes son las mascotas, víctimas de la humanización, contraria a su naturaleza o del maltrato.

Hay un proverbio popular actual que resume bien todo lo descrito: «Más contento que perro de rico, sacando la cabeza por la ventana del automóvil».

Ñapa: No olviden llevar el tapabocas y conservar la distancia social el próximo domingo, a las 10 a.m., cuando estaremos viendo las fotos de lo que fue el monumento en homenaje al fundador de Cali, hoy desaparecido por el alcalde Ospina.

Post scriptum: Me afecta mucho la muerte de mi amigo y pariente Roland Mürrle Cabal. Nacimos en Palmira con un día de diferencia, en la misma casa; él en el segundo piso y yo en el primero. Roland se adelantó en nacer, como ahora con su ida al más allá; buen tipo, querido, pendiente de los detalles familiares; estando en las buenas y en las malas, nunca cambió su amabilidad y señorío. Abrazo solidario a todos los suyos.